De un dolor físico puedes escapar pero...
¿Qué hay del interno?
Ese que te engancha y no te suelta hasta matar.
El que te desgarra cada centímetro de fe que tienes en la piel,
que te impide ver la luz más brillante que existe.
Como ácido que gota a gota va quemando tu ser hasta arder.
Como veneno que taladra tu lengua hasta morder.
Un dolor que ni el más bueno de los corazones puede sanar.
No hay tratamiento ni canción que los oídos puedan besar.
Te lo encuentras de repente y no hay escapatoria.
Como barrotes de prisión que crecen sobre tu honor,
forjados por el verdugo que poco a poco te entierra
mientras cantando te anima a rendirte
antes de hundirte bajo sus pies.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario