Y no vengas a decir que no hubo cartas.
Eran las letras y palabras que construimos en un muro
invisible que sólo nosotros dos veíamos.
Nos lo dimos todo, apostamos y lo perdimos.
Pasión que ardió y en las cenizas se ocultó para que el ave
Fénix resurgiera con un nuevo amor, una nueva ilusión.
Ganamos batallas, pero perdimos la guerra y las heridas nos
envolvieron con el olor y el sabor amargo del dolor.
Fue como un juego de azar con cartas marcadas en donde ni
un sólo as de corazones se barajaba.
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